lunes, 1 de febrero de 2010

Agua y Jabón




El señor Román Esmerado contaba con un armario repleto de camisas que jamás habían visto la luz del exterior; probablemente sólo tenían memoria de cuando formaron parte del inventario de alguna tienda departamental o bodega. Tal vez, de uno entre los 65 cumpleaños en el que Don Román las recibía entre sus brazos y modelaba con galanteo a sus familiares y amigos la prenda, que exclusivamente sería tocada por los ojos humanos esa milagrosa vez.
Los amigos le preguntaban a Don Román por aquellos regalos que tanto esmero y dinero (sí, sobre todo dinero) costaron. ¿Donde esta la bonita camisa de rayas azules que te regalé?, era la pregunta que todo conocido del señor Esmerado tenía la obligación de reproducir entre el meollo de cogitaciones. ¿Porque siempre traes esa playera rosa? era parte del repertorio de sus familiares. Las respuestas merecían asomarse junto a los enigmas oscuros y sorprendentes de la historia universal.
Y ocurrió lo impensable, Don Román iluminó a la señora Pastora con la respuesta más buscada durante 65 años.
- Román, ¿qué no le gustó la camisa amarilla que le regalé?
- ¡Ay, Pastora! Pasa que tengo un gran problema.
- No me diga que se la robaron.
- Nada de eso, verá...no encuentro detergente para lavarla.

¿Qué?... ¡No encuentro detergente para lavarla! Una brizna comparada con un elefante, la luna, el sol, la vía láctea o hasta el universo. Bueno, exageré, tampoco hay que comparar la inmensidad con lo pasajero. “En la etiqueta vienen las indicaciones”
Don Román entró a su casa conmocionado por la respuesta tan directa de la señora Pastora. No porque fuera algo que no formara parte de los conocimientos básicos de todo Homo Sapiens Sapiens, por algo Neardenthal no es. Si las instrucciones vinieran en todas las etiquetas de las camisetas, no tendría ciento veinte prendas hacinadas en su guardarropa.
Anselmito, un loro cabeza amarilla; fiel compañero del señor Esmerado, miraba a su dueño con bondad. La preocupación deformaba el rostro de Don Román y él no podía estar ahí detenido sin decir palabra alguna. Una de las características de los loros cabeza amarilla es la fama de buenos habladores, la misma naturaleza le pedía que ilusionara a su amo. “AGUA Y JABÓN”. Don Román giraba su ansioso rostro a la jaula de Anselmito. ¿Qué has dicho? “AGUA Y JABÓN” repitió el loro. Román Esmerado en la vida enseñó a su loro cabeza amarilla esa frase. ¿Cómo era posible? “AGUA Y JABÓN” otra ves las mismas palabras del pico de Anselmito. Y para rematar guiñó el ojo derecho. Así es, el loro cabeza amarilla, un pájaro que no mide más de 40 cm había dado la sentencia final. “Sabiduría de loro”, caviló Don Román. Debía tener razón, pues es bien sabido que los seres pequeños son grandes expertos. Al menos Doña Pastora siempre predica esa letanía.
Don Román Esmerado ya podía abandonar el Malvestiti, su segundo apellido, y ahora vestirse con las ciento veinte camisas aún sin estrenar que permanecían guardadas como si fueran parte del tesoro de un pirata. Lo único que le preocupaba ahora, era como le haría para almidonar tantas camisas.

"Almandarina"
Mérida, México

2 comentarios:

  1. jajajajaja
    cómo le haría para almidonar las camisas...
    jajajaja
    me gustó, me gustó!
    XD
    una grave preocupación para un hombre que vive solo.
    jajaja

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