martes, 5 de enero de 2010

DEDOS DELGADOS

Siempre me gustaron tus manos. Y no
porque fueran estéticamente lindas ni
nada por el estilo, de hecho eran
bastante, como decirlo, extrañas, poco
comunes. Eran demasiado delgadas,
tanto así que a simple vista se podría
apreciar con claridad los huesos de
éstas.
Al igual que tus venas, que también
resaltaban de una manera poco usual,
de hecho sobresalían de sobremanera
cada vez que cerrabas el puño.

Sin embargo tus manos tenían un
encanto que me atraía, un encanto que
nunca llegué a comprender del todo. El
solamente ver la imagen de ellas
haciendo cualquier actividad rutinaria era
todo un espectáculo para mí, el cual
me fascinaba contemplar cada vez que
sucedía. Hasta la actividad más simple
hecha por esas manos era realzada de
manera increíble y no sólo porque éstas
me parecieran fascinantes, sino por los
movimientos que realizaban cada vez
que ejecutaban alguna tarea, sin
importar que tan sencilla fuese ésta, ellas
parecían realizarla con gran delicadeza y
de una manera poco normal.

Todavía recuerdo la primera vez que
toque tus dedos, al contrario de lo que
me pude haber imaginado, eran bastante
fríos, pero en realidad los sentí tan míos,
tan parte de mi ser, tan complementarios
a mi persona, que en verdad no los quise
soltar, quería moldearlos para que se
adhirieran a mi cuerpo para siempre, que
permanecieran dentro de mí y jamás se
escaparan, mas sin embargo ese
contacto no duró mucho, después de
todo fue el primero.

Los días que siguieron después que
toqué tus dedos fueron extraños. Ambas
palmas de mis manos empezaron a
actuar de manera bastante inusual.
Inconscientemente mi mano derecha
parecía cerrarse sola, como si estuviera
agarrando algo y no lo dejara soltar por
nada en el mundo y consecuentemente
mi mano izquierda realizaba la misma
acción, como si estuvieran en perfecta
sincronía, al igual que la nota está
apegada al sonido y la luz, a la visión,
mis manos se apegaban a mis más
bajos instintos.

Sin más premura después de
percatarme del fenómeno que se
suscitaba en mí, decidí que era tiempo
de volver a verte, para esto en vez de
llamarte o algo parecido elegí tomar el
elemento sorpresa como opción y
seguirte a tu hogar, para un efectuar un
encuentro “no planeado”.

Siempre son mejores las sorpresas, al
menos eso pienso yo, y de esa manera
se suscitó nuestro encuentro,
“sorpresivamente”. Tú doblabas la
esquina mientras yo “inesperadamente”
pasaba por la calle aledaña, lo cual hizo
que misteriosamente nuestros cuerpos
chocaran.

Al verte la cara de molestia al chocar
conmigo e inmediatamente la de
sorpresa al reconocerme, supe que todo
sería fácil, después de todo siempre te
creíste más lista de lo que realmente
eras, lo cual era tu estupidez más
grande.

Conforme al plan comencé una
conversación como si yo también me
hubiese sorprendido al verte, pregunté y
contesté trivialidades y mientras mi
lengua articulaba palabras sin sentido,
tus ojos me veían desconcertados y los
míos veían tu sonrisa que me invitaba a
hacer algo más.

Me dejaste pasar a tu hogar porque,
para mi suerte, una estrepitosa tormenta
cayó mientras charlábamos afuera. Tu
vivienda no era muy grande, aunque sí
era acogedora, tenía cierto encanto
maternal, más, sin embargo la atmósfera
escondía algo más y eso me agradaba.

Mientras contemplaba tu casa me
ofreciste una taza de café, no me negué
y proseguí mi platica sobre cosas sin
sentido mientras tus delgadas manos
removían tu chamarra de tu cuerpo, yo
sabía que hoy mismo serías mía.

Decidimos proseguir la plática en la sala,
el agua no cesaba de caer afuera, y tú
no cesabas de mostrar tus señales de
nerviosismo, después de todo si algo
sabía hacer bien era intimidar, y tú eras
presa fácil.

Mientras la plática seguía su flujo mi
cuerpo empezó a acercarse más al tuyo,
poniendo especial atención en tus
manos. Era como una danza de algún
ritual antiguo, en el que poco a poco
ambos nos íbamos acercando, para
finalmente extasiarnos a nosotros
mismos, al encontrar nuestra piel junta.

De pronto tomé tu mano, de manera
rápida y fuerte, como cuando el león
agarra a su presa. Tú te sorprendiste,
mas después suavice mi toque con una
delicada caricia mientras que mis labios
se acercaron a los tuyos, y no me los
negaste

Te hice mía, te tuve entre mis brazos, te
desnudé lentamente mientras tú
respondías acorde a mi llamado, a la
orquesta que había compuesto, a esto
que había construido, esto que había
hecho y de lo cual era arquitecto, pero
claro, sin soltar tus delgadas manos.

Te hice mía una y otra vez, no pude
evitarlo. Al sentir como tus manos me
tocaban, sentía la gloria descender sobre
mi cuerpo. Todo el tiempo te tuve
dominada, te movía donde me pareciera
placentero, te tocaba donde me
intrigaba, te soltaba y agarraba y no
dejaba que te fueras. Una experiencia
realmente extraordinaria.

Pero tenías que ser tan estúpida,
te dejaste llevar tan fácil, fuiste tan dócil a
mis planes, tan obediente a mis
órdenes, que olvidaste tus compromisos,
olvidaste tus promesas y olvidaste tu
realidad.

La puerta de la habitación se abrió
precipitosamente y al azotar ésta contra
la pared, una figura llena de odio y con
un gran sentimiento de traición, engaño
y furia blandió un cuchillo sobre mi
cuerpo y rasgó mi espalda de manera
superficial.

Todo sucedió tan rápido que no me dio
tiempo de reaccionar y al darme cuenta
mi sangre ya chorreaba por el piso y tus
alaridos y disculpas eran lo único que
podían percibir mis oídos.

De nuevo la figura se postró ante mí pero
está vez tuve el tiempo suficiente de
reaccionar, y sacándolo de equilibrio, lo
golpeé en la rodilla para que cayera al
suelo en un sólo movimiento.

Estando de pie pude desarmarlo en su
intento desesperado de contraatacar, le
quité el cuchillo y lo lancé lejos, nunca
me gustaron las armas.

Mis puños empezaron a golpear el
rostro de este sujeto con toda la fuerza
de que era capaz. ¿Cómo este sujeto se
atrevía a agredirme en mi momento de
gloria? ¿Cómo se atrevía a lastimarme
estando con lo que hice mío, con lo que
seduje y tomé para hacerme dichoso?
¿Cómo era capaz este imbécil de
atacarme por la espalda y de sorpresa
sin que saliera con la suya?

Lo golpeé una y más veces, incluso
después que dejó de respirar mis
manos seguían haciendo esta tarea
mecánicamente, mejor dicho
instintivamente. No quería volver a este
cabrón, quería que mis manos se
llenaran de sangre, quería que diera asco
cuando lo vieran muerto, no merecía
siquiera ser reconocido por su madre
cuando viera su cadáver, y no paré de
golpearlo.

Pero repentinamente, sentí un frío en mi
espalda que desgarraba lentamente todo
mi interior, volteé lentamente y te vi
desnuda, sollozante y confundida, con el
cuchillo en tus manos usándolo para
apuñalarme una y otra vez.

Siempre fuiste muy estúpida, muy
estúpida. De pronto dejaste el cuchillo y
mi cuerpo cayó al suelo, intentando
reaccionar pero me era imposible, no
podía moverme ya, más sin embargo
seguía vivo y te veía confundida y
desgraciada.

Pero viste que todavía respiraba y en un
momento de odio, desenfreno y locura
terminaste tu labor y apretaste con
todas las fuerzas de tenías dentro, mi
cuello con tus dos manos. ¡Oh! tus
manos, inclusive en mi calvario de dolor,
fueron como una salvación el que me
tocaran inclusive si éstas fueran aquellas
que originarían mi muerte, ¡oh tus manos!
tan delgadas y frágiles incluso parecía
que no sabían lo que hacían, como si
alguien de mayor poder les dijera que
hacer y no pudieran hacer más que
sucumbir a esta fuerza superior a ellas,
eran tan ingenuas, tan delicadas,
realmente no sabían lo que hacían, pero
al final, cumplieron su cometido y ambas
dieron fin a mi vida.

Pero en verdad no me puedo quejar,
realmente sería un demente si me
quejara, fue la gloria morir a merced de
ellas. Después de todo siempre me
gustaron tus manos.


"Pequeño Pavo"
México D.F.

3 comentarios:

  1. Ouch!
    Que ironía.
    :)
    Siempre hay algo que al final se ríe de nosotros.
    Inevitable.
    ¡Muy bueno, excelente!

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  2. MUCHAS GRACIAS!!! xD..pense q nadie lo iba leer pq dice poesia y es cuento ¬¬

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  3. es cuentoooo
    oh perdón, ahora lo arreglo.

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