lunes, 14 de diciembre de 2009

Día de Suerte

Sí, éste era su día, pensó. El cielo estaba azul, limpio y puro, los pájaros lo habían despertado suavemente, todo comenzaba bien. La raya al medio, sello indestructible de su peinado y su personalidad, le había salido perfecta, como dibujada. El café, negro y a la temperatura justa, como a él le gustaba, desde siempre.
Se puso su mejor camisa, sus zapatillas preferidas, ensayó su mejor cara frente al espejo, salió a paso firme y con una sonrisa de oreja a oreja. No sabía muy bien porqué, pero tenía la sensación de que sí, éste era su día.
Las cuatro cuadras hasta la parada del ómnibus fueron un trámite. Cuando llegó, supo con certeza que el destino estaba de su lado. Ahí estaba ella, su vecina, morocha, alta, con ese cuerpo firme, siempre deseado, siempre lejano.

-Hola, ¿cómo estás? (Tímido, neutro, él).
-Bien, apurada. (Corta, seca, ella).

Una vez arriba del ómnibus -que había llegado a tiempo, cosa extraña-, se sentaron juntos, y luego de las palabras y los tópicos de rigor (el calor, los mosquitos, el trabajo, el barrio), comenzaron a hablarse. Él no podía dejar de mirarle los hombros, los ojos, los pechos que insinuaban la remera corta y ajustada de ella. Ella, para sorpresa de él, tampoco podía dejar de mirarlo.
Todo fluía en perfecta armonía, los gustos culinarios, musicales, de ropa, de colores. Los viajes hechos y por hacer. Las tardes de invierno al sol, la soledad, el sexo. El café (¡por supuesto!). Cada palabra que uno pronunciaba era rápidamente aprobada, asentida, afirmada por el otro.

Me estoy enamorando, pensaron él y ella al mismo tiempo.

Este es mi día de suerte, se dijo por enésima vez él. El boleto capicúa se le arrugaba en el puño, un poco transpirado por la adrenalina del amor. Las calles, los árboles, se veían desde el ómnibus como en un travelling infinito. Sí, éste era su día de suerte.
Estaba tan contento, tan pleno, tan feliz, que casi no sintió el ruido de la piedra golpeando el vidrio del colectivo, el estallido de su cráneo, los huesos rotos, la masa encefálica escapándosele irremediablemente de la cabeza, el llanto histérico de ella, la sangre mojándole la camisa, el puño, el boleto de ómnibus.

Gabriel Varsanyi
Argentina

4 comentarios:

  1. ¡Que fuerte! Me gusto, definitivamente, demasiado crudo... Como dices hay veces que se viven vidas enteras solo por unos segundos..... Felicidades

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  3. Muy bueno, crudo y con un dejo de melancolía por el pudo ser.

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  4. Me estaba por subir a un bus, cualquier bus.... .. Ya estoy escuchando 'Last Kiss' de Pearl Jam como soundtrack de la historia..... un abrazo, TIM

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