miércoles, 16 de diciembre de 2009

Sin nombre.

Ese fue el día en que despertó, y hoy aún recuerda el terso aroma que llegaba hasta él, una mezcla suave de café y miel. Sin pensarlo mucho decidió levantarse y averiguar la procedencia de tan dulce encanto; fue a la cocina, a la sala, revisó cada habitación de la casa, pero parecía llegar de ninguna parte. Se preguntó si tal vez venia de la calle, aunque sería eso demasiado extraño teniendo en cuenta que se encontraba en tierra de nadie, en un valle lejano al suroeste de la ciudad. Era un lugar casi desierto, solo habitado por él y el viejo que vivía en una casucha de madera, pero tampoco podría venir de allí ya que la casa de aquel viejo siempre había desprendido un penetrante olor a queso rancio. Luego de dar un paseo alrededor de su casa desistió de su pequeña búsqueda de aquel misterioso aroma convenciéndose de que tal vez se lo estuviese imaginando. Regresó a su casa a preparase algo para desayunar y fue cuando encontró parada frente a la puerta de la cocina una figura andrógina pero de rasgos delicados, como de pinceladas suaves. Su rostro no decía mucho, en sus ojos solo se percibía una frialdad algo inquietante. Al ver aquella figura posada ahí como esperándolo sólo a él, se quedo inmóvil, realmente perplejo, esa figura ya la había visto antes pero no podía recordar donde. Intentó esbozar algunas palabras pero su mente estaba en blanco, fue entonces cuando se percató de que ese suave aroma que lo había hecho despertar procedía de aquella delgada figura plana e inmóvil. Decidió acercarse un poco, pero un instante antes de poder dar el primer paso la criatura lo detuvo con una seña en su mano. Paso un buen rato y ninguno de los dos hizo ningún movimiento, solo se quedaron ahí mirándose a los ojos; él perdido en la frialdad y oscuridad de esos ojos nublados y distantes, no sentía miedo, sabía que aquella criatura le era familiar pero ¿de dónde? Forzó su mente tanto como pudo para poder recordar pero era en vano, al mismo tiempo dentro de su mente se arremolinaban diez mil pensamientos y ninguno con la suficiente coherencia como para poder pensar algo concreto. De pronto ese terso aroma de café y miel se incremento, la habitación se envolvió en café y miel, todo se arremolinaba, la criatura permanecía inmóvil, pero sus ojos cada vez eran más nublados como perdiéndose también en un torbellino de pensamientos, aunque seguramente aquella podría ser más coherente que él. Después de lo que pudieron ser horas de aquella delicada inmovilidad, la criatura se acerco a él, y a cada paso se hacía más femenina, sus rasgos se hicieron hermosos y un poco exóticos, sus ojos se hacían negros a cada paso, pero su piel permanecía gris, como muerta. Se acerco lentamente hasta él y cuando estaba a suficiente distancia lo besó. El beso más tierno que aquel había sentido alguna vez, aun así sus labios eran fríos y a medida q se dejaban ahogar en tan dulce beso el sentía el frío acero penetrando a través de su estomago, entraba suavemente, casi sin causarle dolor, era más fuerte la dulzura de aquel beso que cualquier otra sensación. Él no la detuvo, tampoco se movió, sólo dejo que el acero frío entrara, no le importó sentir su sangre caliente fluyendo fuera de él, no le importo si moriría, si este era su final y finalmente se olvido de intentar saber quién o qué era tan desgraciada y hermosa figura que lo asesinaba con un beso. Poco a poco perdió el conocimiento pero el simplemente se entregó a tan caprichoso beso, a aquellos labios que sabían a miel y café, se dejo morir en un beso agridulce, sin intentar comprender, sin intentar detener aquel final. Y fue en el instante en que no pudo sostenerse más que recordó todo. Por fin pudo recordar a aquella criatura asesina; abrió sus ojos para verla por última vez y sintió que llegaba hasta él un terso aroma, una mezcla de miel y café. Sin pensarlo mucho decidió levantarse y averiguar la procedencia de tan dulce encanto…


"ChristianFlakel"
Colombia

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